domingo, 1 de enero de 2012

DEMOCRACIA Y RELACIONES DE PODER

Democracia y relaciones de poder

El politólogo chileno Manuel Garretón afirma que para mejorar la calidad de la política en la región hay que democratizar las instituciones.
“Hacen falta reformas más profundas que las hechas hasta ahora”, dice Garretón.
Juan Navarro (Especial) © La Voz del Interior 31/12/2011
Si el vertiginoso ingreso a la globalización y el fin de los experimentos neoliberales en América latina al despuntar el siglo 21 confrontaron a la política con la tarea de reconstruir las relaciones entre la sociedad y el Estado, una década después, los desafíos parecen ser otros. “Hoy, la problemática de la política es la propia política, su espacio y su sentido”, afirma el sociólogo y politólogo chileno Manuel Garretón.

Doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París), autor de varios libros sobre sociología política, procesos democratizadores y transiciones, Estado y sociedad, Garretón indaga desde hace años los procesos políticos de América latina.

En diálogo con este diario, explica: “Uno veía un país (Bolivia) al cual el presidente le cambiaba el nombre, instituía una nueva lengua oficial y celebraba varias asambleas constituyentes.

En otro país (Argentina) la gente decía ‘que se vayan todos’, y el gobierno se declaraba en default. Incluso Chile, al tiempo que encabezaba algún ranking de calidad democrática, heredaba una constitución de la dictadura y mantenía a (Augusto) Pinochet como comandante en jefe del Ejército”.

Con aciertos y limitaciones, la política se hizo cargo de refundar el vínculo del Estado con la sociedad. En la actualidad, las demandas se han desplazado. Según el investigador chileno, un aspecto a considerar es la calidad de las democracias de la región. O para decirlo con sus palabras, evaluar la “democraticidad de las instituciones democráticas”.

“Los sistemas electorales, por ejemplo, no son mecanismos neutrales. Un sistema con lista cerrada tiene un carácter democrático distinto al de un sistema donde el elector puede marcar con una cruz sus preferencias. El mecanismo de selección de los miembros del Poder Judicial es otro ejemplo. Son cuestiones que afectan claramente la calidad de la democracia”, afirma.

Advierte que otro de los factores que condicionan la realidad política regional son los flujos financieros y económicos globales. “No importa lo que decidan los ciudadanos o lo que quieran sus representantes, las decisiones van por otro lado. Eso tiene que ver con fenómenos que escapan a la polis; el nivel de empleo de una provincia entera puede depender de la Bolsa de Tokio. En una encuesta hecha por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 300 dirigentes políticos dijeron que el 80 por ciento de los problemas no los deciden las autoridades. Hay que hacerse cargo de este tema”, dice.

Influir en el conjunto. Garretón menciona la existencia de diversos actores que usan la legitimidad conseguida en una actividad específica para incidir en la toma de decisiones que afectan el conjunto social.

Organismos como el Fondo Monetario Internacional, el poder mediático en ciertos contextos, o las instituciones estatales pueden incurrir en esas conductas, según su opinión.

“El llamado decisionismo o presidencialismo”, y la judicialización de asuntos que deberían ser tratados por los órganos políticos, son algunas de las falencias institucionales señaladas por el autor.

“En todos estos campos se juegan relaciones de poder y los mecanismos de decisión no son democráticos. Hay que pensar en instituciones que permitan extender los principios democráticos a esas instancias, es decir la capacidad de decisión colectiva”, remarca. Además, los modelos productivos también inciden. “Una sociedad industrial – advierte – es mucho más proclive a la democracia, que un modelo puramente primario exportador”.

A la hora de apuntar logros, Garretón destaca el modelo político brasilero. “Es quizá uno de los más exitosos”. ¿Los motivos? En buena medida, “la relación entre partidos, liderazgo político – con la preponderancia de Lula – Estado y movimientos sociales. Esta es una combinación que ha tenido un círculo virtuoso, mientras que en otros países se ha visto desagregada y estallada”.

Este balance entre los componentes estatales e institucionales, junto al reconocimiento de los límites que el modelo económico mundial impone y, al mismo tiempo, el impulso de reformas sociales y económicas que mejoran las condiciones de vida de los sectores más vulnerables, explica en buena medida los avances en el país más poderoso de Sudamérica.

–¿Por qué remarca la necesidad de un núcleo ético que dé sustento a la democracia?
–El núcleo ético se refiere a demandas históricas y particulares de una Nación, por ejemplo los derechos de los pueblos originarios en Bolivia, y a una problemática general, la cuestión de la igualdad. La igualdad no es sólo la igualdad de oportunidades, según la óptica neoliberal. El tema de hoy es la igualdad de posiciones. No se trata de que las mujeres llegan a los cargos gerenciales, o de que los obreros puedan llegar a ser ejecutivos, sino de que la distancia entre las posiciones de ejecutivos y obreros, entre hombres y mujeres, entre los que tienen educación secundaria y los universitarios se reduzca profundamente en términos de los ingresos que perciben. Hacen falta reformas estructurales más profundas que las hechas hasta ahora.

–Se ha referido a la idea de polis en alusión al ejercicio del poder popular en democracia…
–No es exactamente el poder popular. La idea de polis democrática alude a una sociedad que participa en la toma decisiones trascendentes. En un espacio territorial existen culturas, una estructura social, una economía y un sistema de toma de decisiones con un centro que es el Estado. De lo que se trata es de que las decisiones relevantes que afectan a la gente sean tomadas por esa base social, sean los ciudadanos o sus representantes en el Estado. Hoy puede ocurrir que tengamos sistemas democráticos que funcionen bien y, sin embargo, los problemas que tienen que ver con el empleo o el medio ambiente los toman los flujos financieros internacionales.

–¿Son los partidos políticos o los propios ciudadanos quienes deberían tomar a su cargo esta tarea?
–La idea es un triple equilibrio entre la capacidad decisoria del Estado, el sistema de partidos y la sociedad civil. Ninguna de estas tres instancias está asegurada. El Estado muchas veces es impotente frente a los grandes temas de la globalización o, incluso, frente a poderes internos, como puede ser el narcotráfico en algunos países. Pero también hay un problema en los sistemas de partidos; la ausencia de ideologías, que en otras épocas permitían decir a los partidos “yo apuesto a este tipo de sociedad”. Más bien aparece una cantidad de demandas y de conflictos que los partidos tienen que resolver en un marco de condicionamientos económicos. No hay mucha diferencia entre lo que cada uno propone, lo cual ha provocado el estallido del sistema de partidos en muchos países y en otros, su distanciamiento de la sociedad. Esto no se resuelve con lo que hoy se llama empoderamiento del ciudadano, una expresión que muchas veces oculta demandas individuales y da lugar más a una suma de reclamos que a planteamientos de proyectos para la sociedad. Si los movimientos ciudadanos no se hacen cargo de la dimensión política, es decir de la polis, y sólo se preocupan por lo que toca a un grupo de individuos o a un sector particular, pueden caer en demandas corporativas. Las coaliciones políticas van a tener un papel fundamental, porque en la medida que los clivajes (los conflictos o divisiones que inciden en la representación política) de la sociedad sean tan complejos es muy difícil que los partidos expresen al conjunto de la sociedad.

– ¿Cómo puede impactar en la región la crisis económica de Estados Unidos y Europa?
–En la medida en que se mantenga la presencia de China como país de desarrollo pujante que se provee en América latina de bienes primarios, o que haya un mercado mundial que tire los precios de las materias primas hacia arriba, no pareciera que estemos ante una crisis económica en puerta, que pueda impactar en lo político. Más allá de la coyuntura, observamos que los regímenes institucionales y políticos parecen no dar cuenta de nuevos tipos de demandas y de actores sociales. Las orientaciones políticas de la ciudadanía se dirigen a las satisfacciones individuales o de grupos particulares. Pareciera haberse perdido la idea de polis, es decir de un pueblo que es mucho más que la suma de sus ciudadanos o de los problemas individuales. En aquellos países en los que esta idea se ha rescatado, uno ve muchos desgarros y polarizaciones. Incluso los avances que se han hecho respecto de temas como la igualdad y erradicación de la pobreza, pueden sufrir una vuelta atrás en la medida en que pierdan legitimidad las instituciones políticas.

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